Símbolos numéricos

Los números, tal cual los contemporáneos los conocemos y los manejamos, constituyen una serie sucesiva y homogénea, sólo apta para la especulación cuantitativa, y el conteo propio del mercado y la estadística. Siempre han tenido los números otra lectura, cualitativa, relacionada con las «proporciones» y «medidas» de la arquitectura y la armonía del hombre y del cosmos. Para la Tradición Unánime los números son sinónimos de Ideas. Y esas Ideas se refieren por ejemplo a la unidad, al binario, a la tríada, conceptos completamente distintos (heterogéneos) entre sí. Los que al mismo tiempo designan diferentes energías, o igual energía a diversos grados de expresión. Para la escuela pitagórica, con los números pueden «medirse» todas las cosas, puesto que ellos son la expresión aritmética y armónica del Universo. Y todas las cifras pueden reducirse a los nueve primeros números (con el agregado del cero) de los que no son sino su progresión indefinida. Es pues el código decimal una verdadera síntesis, y una llave simbólica para penetrar en los arcanos de lo desconocido. Por otra parte, el mismo Pitágoras nos dice que esta sucesión natural de la unidad –y su retorno a la misma– que simboliza el denario, está presente en forma potencial en los tres primeros números. Los símbolos numéricos se identifican exactamente con las figuras geométricas. El número uno corresponde a la unidad aritmética, y al punto en el plano geométrico. La recta, por sus dos puntos finales, al binario y al número dos. La unidad (sujeto) se refleja a sí misma, creando el binario (objeto). Y este conocimiento de sí, a través de su reflejo, está signado por el número tres que une a sujeto y objeto en el acto de conocer.

La trinidad es un módulo presente en todas las cosas, un modelo que antecede a cualquier manifestación, aun ideal.

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Los números poseen una realidad mágico teúrgica, que los hombres de nuestros días hemos olvidado, y que trataremos de recuperar. Ellos son módulos armónicos y medidas que relacionan al microcosmos (hombre), con el macrocosmos (universo), y responden a vibraciones secretas, que encuentran sus correspondencias en todas las cosas. Desde los acontecimientos mundiales, a los sucesos locales e individuales, los que forman parte de la armonía universal, que se expresa a través de números y medidas, semejando una gran sinfonía. De allí la conexión con la música, y particularmente con los ritmos y los ciclos.